Ascalón


No importa cuantas veces cambie de casa, incluso si cambio de ciudad, cada que se acerca la primavera, un par de tórtolas (uno él y otro ella como manda la moralidad) llegan e instalan un nido en algún recoveco.


En más de una ocasión me han asustado cuando al abrir alguna puerta y salir a la calle o al jardín, aletean y huyen volando, para después regresar. Cantan todos los días a diferentes horas, pero prefieren cantar con su voz monocorde los domingos muy temprano, cuando todo está en silencio y los humanos queremos dormir.

De todos los cuentos y leyendas de tórtolos y palomas que he escuchado, la más interesante me parece que es la de  los habitantes de Ascalón.

Ascalón es una ciudad con un clima envidiable, fresco pero con pocos días lluviosos. A la orilla del mar, cuentan que la arena de sus playas es tan fina como la del Caribe. Llegó a ser muy importante en épocas griegas y romanas hasta el punto de que  a Herodes, el mismo, le dio la gana de nacer en esa, una de las ciudades mas hermosas de esa época. Después fue tomada y defendida por los musulmanes, hasta que un sultán decidió destruirla. 700 años tardaron los arqueólogos en encontrarla para destruirla nuevamente en 1948. Y la volvieron a reconstruir.

¿Y los tórtolos? Los habitantes de Ascalón cuidaban de los tórtolos, convencidos de que algún día reencarnarían ellos, las personas, en esos animales. Los alimentaban y evitaban comérselos por miedo a comerse a sus antepasados.

Con las dos destrucciones de la ciudad reflexiono sobre cuántos humanos y humanos reencarnados quedaron sin hogar y en muchos casos sin vida. Volteo a ver a los tórtolos que llegaron la semana pasada a la casa que en esta época habito. ¿De dónde vienen? ¿Serán un Jacob y una Ester que han vagado por el mundo después de perder su Ascalón?

El año pasado y dos antes de ese Jacob y Ester, los palomos que me visitan tuvieron trágicas pérdidas. Trabajaron muy duro durante dos meses construyendo su nido y procurando tener descendencia. A finales de la primavera terminaron su hogar y Ester, con los dolores y sufrimiento correspondiente depositó un huevo.

En ambas ocasiones fueron atacados por sorpresa por un felino, que no el mismo pero sí huérfano. Destrozó el nido y terminó con su esperanza. Encontré parte del huevo en el piso. Como la vez anterior, Jacob y Ester desaparecieron sin dejar rastro, viajando lastimosamente por el mundo sin un primogénito. Pero están de vuelta haciendo lo que hacen. Despertando a los humanos los domingos, construyendo su nido y demás.

Si algún gato no dispone otra cosa, Jacob y Ester estarán muy contentos este año con su pequeño tortolito. En Medio Oriente alguna familia en Ascalón estará muy triste. Es el problema de la reencarnación.

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