¿Realmente somos iguales o tenemos que aclararlo?

Otro hombre hablando sobre feminismo para asegurar que hombres y mujeres somos iguales y que debemos tener las mismas oportunidades.
Cuando los hombres estamos realmente a favor de la igualdad, empezamos a defender a las mujeres y a usar términos como “equidad de género” o llevamos al extremo nuestra supuesta convicción queriendo abarcar a todos y todas en nuestras intervenciones públicas.

Y entonces les llamamos mexicanos y mexicanas, amigas y amigos o el día del niño ahora se conoce como “Día del niño y la niña”.
Personalmente difiero de tales extremos. Tampoco estoy a favor de imponer cuotas de equidad de género en el poder legislativo, pues aún cuando no habla expresamente de una cantidad de “mujeres”, el origen de la cuota señalada es obvio: la igualdad no tan igual entre hombres y mujeres.
Otro término acuñado recientemente es el de “feminicidio”. Este neologismo se crea para distinguir cuando se priva de la vida a una mujer, oponiéndose así al homicidio, que con una dosis de populismo, se referirá por tanto al hombre.
Aquellos que sepan algo de creación de leyes y de ánimo o intención del legislador, claramente podrán deducir que la definición de homicidio en las leyes se refiere a cualquier género. Me imagino a un juez en 1960 declarando inocente a un sujeto por matar a una mujer, con el argumento de que la conducta no se encuentra tipificada como delito, pues el Código Penal únicamente considera la muerte del hombre. Sería dantesco el espectáculo que seguiría a esa sentencia y tendríamos a todo el país como una gran Ciudad Juárez desde entonces.
No estoy en contra del feminismo o de la igualdad de derechos. Estoy en contra de la manera en que se hace. Digamos que, simplemente por escribir esto, siento que discrimino al género femenino porque estoy convencido de que no hay que aclarar nada sobre la igualdad.
Crecí en una familia donde todos éramos iguales, tanto hombres como mujeres lavamos platos, barríamos, cocinábamos. Las tareas del hogar eran responsabilidad de todos y cada uno tenía sus deberes. Lavar los baños era la menos deseada, pero sabíamos que tarde o temprano no iba a tocar el turno. No recuerdo haberme cuestionado nunca si eso era trabajo de hombres o no. Lo hacía porque tenía que hacerse y porque todos vivíamos ahí.
Durante 14 años trabajé en empresas. De esos, 12 fui supervisado por mujeres y mucha gente me ha preguntado si es mejor o peor que tener “jefes” hombres. Nunca lo he analizado realmente, porque el jefe es una figura en el trabajo, sin importar su género. No nos detengamos a discutir esas pequeñeces y veremos cómo es más fácil convivir entre todos, sin necesidad de decir “todos y todas”.
El otro día escuché a una “experta” en feminismo en cadena nacional, argumentando sobre la capacidad de las mujeres en el trabajo y por qué son mejores, más dedicadas, menos propensas a la pérdida de tiempo y en general más productivas. Habló durante unos lastimosos minutos defendiendo a las mujeres y colocándolas por encima de los hombres en cuanto a atributos laborales y sociales corresponde. Triste intervención, triste tema y muy tristes conclusiones.
El punto sobre la igualdad es simplemente dejar de comparar géneros, en lugar de evaluar capacidades.
En la política debe ser igual: Angela Merkel podría ser hombre o mujer, mientras guía adecuadamente a su país. Con Margaret Tatcher fue lo mismo, nadie se ponía realmente a cuestionar su género, sino sus resultados, mismos que la llevaron a ganar todas las elecciones en que participó entre 1979 y 1990. Cuando éstos no fueron satisfactorios, renunció por presiones de su partido. No fue un plan machista para limitar el poder a la mujeres en el Reino Unido.
Hoy en México tenemos una precandidata que esgrime su género como promesa de cambio en el país. Miles de seguidores aseguran que es momento de tener a una mujer en la presidencia y por eso quieren que votemos por ella.
De todas las razones que se me pueden ocurrir para votar o no votar por alguien, la última de mi lista sería si el candidato es hombre o mujer. Es más, ni siquiera consideraría eso.
Lo único que debe tomarse en cuenta de un candidato es su trayectoria personal, profesional y política, el partido que lo propone y la capacidad que pueda tener para hacer de México un país como el que queremos los mexicanos. Donde no se despinten las medallas de oro, donde todos seamos iguales y donde el homicidio se castigue igual.

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