El nuevo siglo trajo todo tipo de experiencias: estar por subir a un avión cuando todos dejaron de volar, mudanzas, bebés, nuevos trabajos, la cima y el suelo. Década de ritmos muy pesados y metálicos, aunque no faltan los momentos hermosos.
Fascinante la inspiración que llega al ritmo monótono de las lavadoras y secadoras trabajando. Esa uniformidad auditiva crea una vorágine de letras que al final deja la ropa limpia. O en muchos casos, menos sucia.
28 de noviembre de 2012
26 de noviembre de 2012
Mi vida: Un musical en 5 actos. Tercer acto.
Diez años en los que los éxitos efímeros dominan los recuerdos. Década de moldear al profesional y aprender a trabajar siempre acompañado de la música. Debido a que trabajar, estudiar y atender a la "en-turno" consume casi todo el tiempo de un universitario, la música se escuchaba principalmente en las noches de fiesta o en el transporte público. Cerramos el segundo quinquenio con un nacimiento.
23 de noviembre de 2012
Mi vida: Un musical en 5 actos. Segundo acto.
Los 80. Esos años donde todo era ridículo; copetes, pantalones y mucha música. Comienzos del Glam Rock en el que los pantalones de piel ajustados, maquillaje y tatuajes hacían escandalizarse a las mamás de los niños y jóvenes de esa generación. Década de decadencia, de pérdida de seres queridos, de amistades duraderas y de cambios, muchos cambios.
21 de noviembre de 2012
Mi vida: Un musical en 5 actos. Primer acto.
Siempre me
ha gustado la música. Toda la música. Desde Donizetti hasta Ozzy Osbourne.
Desde Tintán hasta Los Mox. Elijo la música que quiero escuchar según el humor
que tengo en ese momento. Después de pasar años digitalizando mi colección y
organizando archivos, años e intérpretes, decidí que pondría un fondo musical a
mi vida.
El proyecto
es muy ambicioso, pues pretendo musicalizar cada uno de mis recuerdos. Para qué
escribir lo que otros ya han escrito y además lo cantan (o lo gritan, según el
género).
1 de noviembre de 2012
Soy prietito
Esta mañana me conmovió la noticia del pobre Noé Hernández, quien siendo
indocumentado, fue deportado por las autoridades norteamericanas.
Decía la nota, que será reproducida hasta el cansancio en muchos noticieros: “Noé Hernández ya no puede abrazar a su
esposa Aída, ni a su hija Jocelyn, después de 23 años en los Estados Unidos,
fue deportado a México. De nada valió a Noé Hernández ser una persona honesta”.
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