La muerte de la musa
El escritor se jactaba de sus grandes escritos y de la cantidad de lectores que en sus lecturas diarias incluían los escritos escritos por el escritor. Un día decidió que no necesitaba musa. Su propia inspiración era el origen de tan grandes aciertos literarios y cada letra, cada palabra y cada frase emanaban exclusivamente de su voluntad y su impresionante capacidad para ser capaz. Esa fue su decisión, no se supo nunca si decidió lo que decidió de la noche a la mañana o fue un proceso paulatino de desmusación.